jueves, 3 de junio de 2021

De Garrapatas y Hombres

 

    Encontrándome en el puerto de Espasante acaeció que hallé una garrapata en mi pantorrilla (realmente eran dos garrapatas, una encima de la otra). Luis me dijo que no pasaba nada, que podíamos ir al coche y echarle un poco de pasta de dientes o pedirle a alguien una colilla de cigarro y acercársela a ver si con eso se iban. Agobiada como estaba por el temor a la enfermedad de la garrapata salí al galope en dirección al coche. Pasando al lado del puerto divisé una caravana y junto a ella tres hombres asoleándose y comiendo marisco en una mesa plegable. Uno de ellos estaba fumando. Dirigí mi galope hacia allá y le pedí prestada la colilla. El hombre rápidamente me ofreció su puro (que era lo que estaba fumando) y una silla plegable para que pusiese el pie encima. Otro de los hombres - un andaluz- dijo que lo que había que hacer era arrancarla y allá fue con las zarpas extendidas, pero Luis dijo que no, que si la arrancaba y dejaba la cabeza dentro podría tener una reacción histamínica. El del puro, que iba desnudo de cintura para arriba, empezó a explicar que él era gallego pero que venía de Cuba y que lo mejor para quitarme la garrapata era que me tomase una copa de ron, el tercero, el ideólogo del grupo, dijo que lo mío no era nada, que él tenía dos disparos en la espalda y que no se quejaba tanto. Para demostrarlo se dio la vuelta y enseñó dos marcas bajo los omóplatos.

- Es que es un contrabandista- explicó el que llegó de Cuba.

A todo esto a mí me empezó a dar un ataque de risa, el andaluz blandió entonces un cuchillo que había sobre la mesa y dijo que lo mejor para liberarse de la garrapata era cortar.

Al final, el ilustrado de las balas bajo los omóplatos entró en la caravana y sacó una servilleta de papel empapada en aceite, que era lo que usaba él cuando iba por el monte y cogía garrapatas y que él no armaba tanto escándalo porque estaba acostumbrado a esos bichos y no les tenía miedo y que no era contrabandista. Me fui muy contenta mientras el que llegó de Cuba me decía que si todo fallaba lo mejor para quitarme la garrapata era el marisco.

Tras ese cónclave epicúreo-estoico regresamos a casa. Luis miró con la lupa, dictaminó que las garrapatas estaban muertas y las sacó con unas pinzas y la cabeza con una aguja. Recordé al Steinbeck de De Ratones y Hombres y a Lenny diciendo: "y yo les apretaba un poco la cabeza, y entonces se morían."

Fin