jueves, 18 de julio de 2019

Recitando a José Ángel Valente en Roma: Jhet


Shelley and Keats Memorial - Roma
Lord Byron y yo tenemos opiniones encontradas: yo digo que me persigue, él dice que soy yo la que le persigue (claro, qué va a decir él). Y no es que no me guste, aunque si tengo que elegir prefiero a Coleridge o Wordsworth, pero esto me lo callo, no se trata de herir susceptibilidades. El caso es que Byron se me apareció en Albania y en Grecia y ahora me lo encuentro aquí en Roma, en el Shelley and Keats Memorial. Se trata de un edificio pequeño de escaleras empinadas, contrasta el silencio en medio del bullicio de la Piazza di Spagna. Hay una biblioteca, bustos y fotos, el escritorio que usaba Mary Shelley -una mesa enorme y maciza que recorrió media Europa- y la habitación donde murió Keats, que se conserva con su cama y sus cuadros. También se puede ver el poema que escribió Oscar Wilde en la tumba de Keats junto a fotos de los románticos ingleses. De repente ya no tienes la sensación de estar en Roma, sino de tocar ese splendour in the grass junto a una de las iglesias de estilo normando que te encuentras en medio de la campiña inglesa. El gris y el verde que no son de Roma porque están hechos de una lluvia metálica que cubre los días, el fulgor de la piedra y el musgo, esa canción que sólo tiene el Atlántico. Y, claro está, no podía faltar Byron -no olvidemos que era gran amigo de Shelley - en esa famosa imagen en que aparece vestido de albanés y que representa el arquetipo del héroe romántico. Yo no sé si nos miramos o nos estamos midiendo.
_ No esperaba verte por aquí ¿Cómo van las peregrinaciones de Childe Harold? _ le digo.
_ Tú ya sabes_Me responde sonriendo con los ojos _ ¿Y tú qué tal?
_ I walk in beauty _Le sonrío a mi vez. En el fondo creo que nos caemos bien.
_ ¿Nos vemos en Missolonghi?
_ Tal vez_ respondo. Nunca he estado allí y en cualquier caso ¿Qué lugar no es bueno para un reencuentro?
Y es que nunca sé cuándo volveré a tener otra cita con él. Me digo que tal vez sea el momento de releerlo, quién sabe, quizá hay algo que se me ha escapado. Nunca le he preguntado a José Ángel Valente qué piensa de Byron.

Gracias al personal del Shelley and Keats Memorial de Roma por su amabilidad, y a la gran Izara Batres, encargada de la grabación y la locución, por traerme hasta aquí como lo habría hecho Beatrice en el paraíso. 
El poema es, cómo no, la octava letra hebrea de Tres Lecciones de Tinieblas, de José Ángel Valente, Jhet: el muro, el límite, la protección, decir no, discernir, y también trascender, contemplar lo que parece un obstáculo desde otra perspectiva, ir más allá de las apariencias, aceptar la información que nos trae cada reto.

Y el cuadro de Byron vestido de albanés de Thomas Phillips.