Ofrezco
una visión personal sobre Alexandra basada en sus propios textos y
en la biografía de Ruth Middleton. No pretendo hacer un estudio
exhaustivo sobre su vida y soy consciente de que omito mucha
información, simplemente escribo mi pequeño homenaje a esta mujer
fascinante.
"A
veces lloraba lágrimas amargas, con el profundo sentimiento de que
la vida se me escapaba de las manos, que los días de mi juventud se
esfumaban, vacíos, sin interés, sin alegría. Entendía que estaba
desperdiciando un tiempo que nunca recuperaría, que estaban pasando
de largo horas y horas que podían haber sido hermosas. Mis padres -
como la mayoría de los padres que han criado, si no una gran
águila, al menos una diminuta águila obsesionada con volar a través
del espacio - no podían comprender esto y, aunque no eran peores
que otros, lo cierto es que llegaron a hacerme más daño que el más
incansable de los enemigos."
Se llamaba Louise Eugènie Alexandrine
Marie David pero la conocemos como Alexandra David-Néel. Nació en el
seno de una familia de la burguesía francesa del S. XIX y rompió
con todos los estereotipos de la mujer de su época y de su sociedad:
fue periodista, anarquista y feminista, cantante, exploradora,
budista y escritora.
Cuentan que a la edad de cinco años
emprendió su primera aventura en solitario: un policía la encontró
en el bosque de Vincennes donde se había escapado buscando "su
verdadero árbol."
Durante su adolescencia estas
escapadas se irían repitiendo regularmente hasta que a los dieciocho
años cogió una bicicleta y se marchó sola a recorrer el sur de
Francia y España.
En sus fotos de juventud vemos a una
mujer alta, morena y delgada con un porte digno y elegante. Quizá
esa elegancia fue la única herencia positiva de su madre ya que el
nacimiento de Alexandra había supuesto una decepción para
Alexandrine, su católica madre, que quería tener un niño que
llegase a obispo. Nunca se entendieron bien. En consecuencia,
Alexandra se refugió en su padre con el que daba largos paseos por
las calles de Bruselas y París. Les imagino en los Campos Elíseos o
en la Grand Place caminando bajo el último sol de la tarde
conversando sobre Epícteto y Julio Verne, la revolución y Buda, la
vida y la muerte. En esa semilla Alexandra encontraría su verdadero
árbol: el amor al conocimiento, al que dedicaría todos sus años de
estudios en Londres y París, y el resto de su vida.
Durante su periodo estudiantil y mientras colaboraba en un periódico feminista, se empapó de todas las corrientes filosóficas, artísticas y culturales de la época. En las tertulias parisinas conoció a toda clase de personajes insólitos en una época en el que el ocultismo estaba de moda y la gente se reunía para invocar a los espíritus y charlar sobre una amalgama de temas en los que convergían el pitagorismo, la religión, la alquimia y la astrología. Alexandra pronto se desilusionaría de esta filosofía frívola de salón. Absorta en sus estudios de sánscrito deseaba ir más allá del diletantismo de las conversaciones brillantes y de los aristócratas y glitterati. Un ansia más profundo la acuciaba: entrar en lo hondo, excavar, llegar a la raíz donde el conocimiento se ofrece intacto para quien ha sabido entregarse a una búsqueda verdadera. Así, a los veintiún años, en cuanto tuvo acceso a la herencia de su madrina se marchó a la India.
De este viaje volvería sin un céntimo pero más decidida que nunca a continuar investigando y recorriendo el mundo. La situación económica familiar había empeorado y para mantenerse, Alexandra decidió hacerse cantante de ópera. Tenía una buena voz de soprano y tras un periodo de estudios en el conservatorio obtuvo el puesto principal en la compañía de ópera de Hanoi. Pasaría los siguientes años cantando, viajando y escribiendo artículos sobre la India en revistas especializadas.
A los treinta y seis años Alexandra
se da cuenta de que está perdiendo la voz, también se hace
consciente de que en los círculos literarios más eruditos los
escritos de una mujer soltera no se tomaban muy en serio. En esas
circunstancias acepta una oferta para dirigir el casino de Túnez,
donde conoce a su amante, y después marido, Philippe Neel. Él era
un hombre apuesto, apasionado, rico y vital, para quien Alexandra
constituía una especie de reto. Ambos se amaban, se admiraban y se
impulsaban, pero los años que siguieron a su matrimonio y a la
muerte de su querido padre se convirtieron para ella en la más
oscura noche del alma. Llevaba una vida próspera, escribía sobre
diversos temas y era respetada en los círculos intelectuales, y sin
embargo, cada vez con más frecuencia sufría accesos de melancolía,
jaquecas y náuseas. A pesar de sentir un profundo amor por Philippe
la movía un amor todavía más grande, el de conocer y llevar una
vida libre y nómada. La institución matrimonial la ahogaba, sabía
que tenía que partir.
Philippe le había dado la idea de
que hiciese un largo viaje para liberarse de aquello que la estaba
royendo por dentro y volviera restablecida. A la vuelta de uno de sus
viajes se encontró con que ella se había marchado: se había
embarcado rumbo a Sri Lanka primero y a India después. Una
vez en suelo indio se entrevista y va conociendo a maestros hindúes
y budistas en diversos lugares, viaja de Madrás a Pondicherry,
Varanasi, Calcuta y finalmente a Sikkim, al norte de la India.
En Sikkim conocerá a tres hombres que que la influirán profundamente, el maharajá, Sidkeong Tulku, su maestro espiritual, el gomchen de Lachen y el Dalai Lama. Se convierte en consejera y amiga íntima del maharajá, al que llama "mi hermano álmico". Durante las tardes sostienen apasionadas conversaciones sobre textos sagrados budistas que alimentan el espíritu de Alexandra. Embriagada por la majestuosidad de las montañas y su luz cayendo sobre regiones inmensas y vacías se siente rejuvenecer, atrás quedan las jaquecas, los males que aquejaban su cuerpo, la tristeza. Sabe que ha traspasado un umbral, que se ha encontrado cara a cara con su verdadera vida.
Sigue dirigiendo apasionadas cartas a
Mouchy, uno de los apelativos cariñosos que utilizaba para Philippe
y en ellas expresa su amor y su añoranza de él pero los años pasan
y va aplazando su regreso: sus estudios de los textos sagrados
budistas y los viajes en compañía del maharajá la absorben por
completo.
Esta etapa llega a su fin con la
muerte del maharajá. Estalla la Primera guerra Mundial haciendo
imposible su vuelta y ella empieza a soñar con el Tibet prohibido.
Todavía no es el momento. Con Yongden, su joven ayudante, viaja a
Japón Corea y China. Puede moverse con libertad gracias al dinero
que le envía su marido. En China se preparan para una inminente
guerra civil, empieza a tener dificultades económicas. Cuando finalmente estalla
la guerra ella y Yongden emprenden una larga marcha en busca de
refugio en el monasterio de Kumbum, en la región de Amdo. Caminan
sin espacio ni tiempo, reciben el año 1918 con tres galletas para
celebrarlo, pero luego se dan cuenta de que se han equivocado de día.
Kumbum es un paraíso de paz en el
que medita y traduce textos sagrados mientras las guerras se
recrudecen a su alrededor: la chino-japonesa, la chino-tibetana y los
bolcheviques en Mongolia. Alexandra continúa escribiendo largas
cartas a su marido, al que no ve desde hace diez años. Le añora
profundamente y le agradece el dinero que le envía, pero se siente
incapaz de renunciar a esta vida errante de cielos libres e
ilimitados. Tras una larga estancia en el monasterio vende todas sus
pertenencias y se prepara, después de una espera de tres años, para viajar a Lhasa.
Transcurrirían otros tres antes de que alcanzase su meta. Comienza
su viaje el 5 de febrero de 1921, atrás dejan la seguridad del
monasterio y las fiestas y los honores con que la reciben los
expatriados europeos. Ahora sólo queda una nómada que camina por el
amor de sentir la fuerza de cada uno de sus pasos sobre la tierra
vasta y vacía. Ni los encuentros con bandidos ni las agotadoras
jornadas dando la bendición y cuidando enfermos (allá por donde
iban los lugareños estaban convencidos de que eran lamas) lograban
abatir su ánimo. A veces tenían que recurrir a trucos para
conseguir alojamiento. Yongden, afirmaba ante su público campesino
que tenía cien años y que podía traer la lluvia. Alexandra siempre
afirmaría que nunca habría podido llevar a término este viaje si
no hubiera sido por su joven amigo, que no dudó en dejar atrás
familia, derecho a la herencia y posición social por seguirla.
Posteriormente lo adoptaría; Yongden se convertiría en el hijo que
nunca tuvo.
Gradualmente tienen que ir despidiendo a sus sirvientes, contraen la disentería mientras tratan de avanzar en un país desgarrado por la guerra chino-tibetana. Alexandra no tiene otra opción que oscurecerse el cabello con tinta china y embadurnarse la cara con hollín para que no la detengan, aunque a medida que ascienden por los pasos de montaña va desapareciendo la presencia humana.
Una noche, ante el riesgo de morir
entre montañas inhóspitas en medio de intensas nevadas tienen que
decidir si siguen adelante. Tras tomar la decisión de continuar
preparan una sopa de tocino con harina para celebrarlo:
"- La sopa que has preparado
está deliciosa.
- Estoy de acuerdo
- Mis perros se habrían negado a
tomarla"
A pesar de su optimismo la situación
llega a extremos realmente dramáticos: el día de navidad de 1923 se
encuentran perdidos en las montañas, con fiebre y hambrientos. Su
cena navideña consiste en agua hirviendo con cuero de las suelas de
sus botas. Continúan su marcha penosamente por uno de los lugares
más duros y sobrecogedoramente bellos de la tierra. Encuentran
pequeñas poblaciones donde son bien recibidos y pueden descansar y
comer. Poco a poco van recuperando las fuerzas, saben que se
encuentran muy cerca de Lhasa. Unos ladrones los asaltan para
robarlos, Alexandra, gran artista del drama y conocedora de la
superstición de los tibetanos empezó a invocar a gritos a todos los
demonios y espíritus errantes que se vengarían por haber robado a
un pobre lama. Los ladrones se asustaron tanto que se pusieron de
rodillas pidiendo perdón.
Al fin tienen ante sí los dorados techos del Potala abrazado por las cumbres infinitas de los Himalayas. Alexandra escribe a Philippe jurándole que jamás volvería a repetir semejante viaje aunque le ofrecieran millones. Aún así escribe en Magos y místicos del Tibet, -una novela que encontré en un pueblo de Nepal: "Lhasa no es un lugar donde suceden prodigios: Lhasa es el prodigio".
Después de ese periplo vuelve a
Francia donde se ha convertido en todo un personaje: da conferencias
en distintos países de Europa, escribe y traduce. Vive la difícil
adaptación a un matrimonio que se ha mantenido en paréntesis
durante catorce años: Mouchy es reacio a aceptar a esta mujer que
vuelve con un hijo adoptivo tibetano al que mira con profundo recelo.
A la edad de sesenta y nueve años ella y Yongden viajan a China
donde viven los horrores de la guerra chino-japonesa, vuelven al
Tibet y a la India y de nuevo a Francia a la muerte de Philippe. A
los cien renueva su pasaporte porque "nunca se sabe". Sus
cenizas fueron llevadas a Varanasi, la ciudad donde el sagrado Ganga ve correr la vida y la muerte, para reunirse en la eternidad con Yongden.
Texto: Brunhilde Román
Fuentes:
Fuentes:
La primera cita está tomada de <http://crecejoven.com/antropologia--alexandra-david-neel>
La segunda de Middleton, Ruth: Alexandra David-Néel.Circe, 1990, Barcelona.
La última es de Tibetan Tales of Love and Magic (Magos y Místicos del Tibet). El libro está en Palencia así que no puedo citar la editorial, fecha y lugar de publicación.
Todas las fotos son de internet.
Gracias infinitas por el regalo de esta maravillosa historia, digna de una gran película de aventuras, que además, es real.
ResponderEliminarSííí. Yo creo que esta mujer da para unas cuantas series de varias temporadas, ella en sí misma es una saga. Gracias enormes,linda; para las personas que resonamos con Alexandra su vida fue también un gran regalo. Muuuaaaaa.
EliminarSiempre emocionante exploradora de literat@s y sus Letras. GRACIAS Brunhilde.
ResponderEliminarSeñor Marfrafe, quienes tenemos el demonio ( o el ángel, quién sabe) de la poesía y el viaje siempre estaremos explorando y en búsqueda :D GRACIAS.
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