Un poema y un breve recuerdo sobre la vida de esta genial bailarina.
ISADORA
La madera rompe el llanto
incierta entre tus sombras
te mueves y tus pies pronuncian
el rastro de lo eterno
decir no es durar
es mover la palabra
que nunca termina
de decirse
el idioma que antecede
al círculo y la piedra
tus pasos y la gracia obstinada
de un sol rompiéndose
al declinar la tarde
Isadora,
la herida es el abrazo anterior al olvido
la herida es la palabra
que se entrega a las almas
en la orilla dormida
Isadora,
lava la voz, anégala en tu danza, hazla girar
donde la herida termina
y comienza a decirse sin palabras
el misterio
de tus pasos de lluvia
sobre la sed del mundo
Sobre la vida de Isadora:
A veces unos pies tocan la gracia para hacernos amanecer como si fuera el primer día de la tierra y hubiésemos sido creados tan sólo para mirar esos pies absortos en la danza, como algo extraordinario, una especie de milagro que suspende las horas vacías y prosaicas para sumergirnos en el tiempo sin tiempo donde se revela lo que es verdadero y profundo. Entonces ella danza, los pies y las manos que son olas, el mar transformando un cuerpo mientras los espectadores reciben ese bocado, ese alimento que alumbra los días plomizos, los días de la triste cordura, siempre exacta y mediocre.
Isadora fue de todo menos mediocre, nació como empuja un árbol hacia arriba, con los brazos aferrándose a ese cielo que sería suyo algún día y los pies haciendo nueva la tierra. Creció bailando para ayudar a la familia, se fue a Europa, tuvo una vida resplandeciente y trágica, conoció el dolor sin límites de perder a sus hijos y el accidente mortal de la bufanda de seda enredada en las ruedas del coche. Pero también supo del coraje, de vivir una vida plena de encantamiento, de comunicar el sentido de las cosas sin palabras, de crear un cuerpo nuevo para la danza sin los corsés y las rigideces del ballet clásico.
Igualmente admirada y denostada por salir al escenario envuelta tan solo en transparencias, sus dedos y sus pies contaban las historias de las urnas y los mitos griegos, pero no sólo eso, también contaban la vida de ella, de Isadora, de su propio fuego creador, el vivir poseída por ese misterio donde habitan y se confunden lo sublime y la materia. Fue Afrodita Pandemos, la que escribe con las manos de todos los días, y Afrodita Urania, la celeste, la que viene con el mensaje de los dioses en sus dedos. Amó y vivió intensamente, conmovió al mundo y fue conmovida por el poder y la pureza de su propia danza. Arriesgó, fue ella misma hasta el límite, supo extraer de los pozos del alma una forma de belleza y conocimiento nuca vistos para ponerlos a los pies del mundo.
Texto y poema: Brunhilde Román
Imagen: Internet
Ayer escuché un comentario que me encantó...cuando bailamos somos nosotros mismos, es nuestra esencia la que mueve nuestro cuerpo... gracias Brunhilde por este post!!! 🙏
ResponderEliminar¡Qué bello!! Y tan cierto! nos damos desde la esencia en la danza. Gracias a ti por sentirlo así. Besazo
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