Shelley and Keats Memorial - Roma
Lord Byron y yo tenemos opiniones encontradas: yo digo
que me persigue, él dice que soy yo la que le persigue (claro, qué
va a decir él). Y no es que no me guste, aunque si tengo que elegir
prefiero a Coleridge o Wordsworth, pero esto me lo callo, no se trata
de herir susceptibilidades. El caso es que Byron se me apareció en
Albania y en Grecia y ahora me lo encuentro aquí en Roma, en el
Shelley and Keats Memorial. Se trata de un edificio pequeño de
escaleras empinadas, contrasta el silencio en medio del bullicio de
la Piazza di Spagna. Hay una biblioteca, bustos y fotos, el
escritorio que usaba Mary Shelley -una mesa enorme y maciza que
recorrió media Europa- y la habitación donde murió Keats, que se
conserva con su cama y sus cuadros. También se puede ver el poema
que escribió Oscar Wilde en la tumba de Keats junto a fotos de los
románticos ingleses. De repente ya no tienes la sensación de estar
en Roma, sino de tocar ese splendour in the grass junto a una de las
iglesias de estilo normando que te encuentras en medio de la campiña
inglesa. El gris y el verde que no son de Roma porque están hechos
de una lluvia metálica que cubre los días, el fulgor de la piedra y
el musgo, esa canción que sólo tiene el Atlántico. Y, claro está,
no podía faltar Byron -no olvidemos que era gran amigo de
Shelley - en esa famosa imagen en que aparece vestido de albanés y que representa el
arquetipo del héroe romántico. Yo no sé si nos miramos o nos
estamos midiendo.
_ No esperaba verte por aquí ¿Cómo van las
peregrinaciones de Childe Harold? _ le digo.
_ Tú ya sabes_Me responde sonriendo con los ojos _ ¿Y
tú qué tal?
_ I walk in beauty _Le sonrío a mi vez. En el fondo
creo que nos caemos bien.
_ ¿Nos vemos en Missolonghi?
_ Tal vez_ respondo. Nunca he estado allí y en
cualquier caso ¿Qué lugar no es bueno para un reencuentro?
Y es que nunca sé cuándo volveré a tener otra cita
con él. Me digo que tal vez sea el momento de releerlo, quién sabe, quizá hay algo que se me ha escapado. Nunca le he preguntado a José
Ángel Valente qué piensa de Byron.
Gracias al personal del Shelley and Keats Memorial de Roma por su amabilidad, y a la gran Izara Batres, encargada de la grabación y la locución, por traerme hasta aquí como lo habría hecho Beatrice en el paraíso.
El poema es, cómo no, la octava letra hebrea de Tres Lecciones de Tinieblas, de José Ángel Valente, Jhet: el muro, el límite, la protección, decir no, discernir, y también trascender, contemplar lo que parece un obstáculo desde otra perspectiva, ir más allá de las apariencias, aceptar la información que nos trae cada reto.
Y el cuadro de Byron vestido de albanés de Thomas Phillips.
No hay comentarios:
Publicar un comentario