Christian
Bobin: De la literatura y la poesía.
El
paisaje literario de un autor entregado a su autenticidad, a la
palabra que siembra, a la esencia del acto de escribir. Me encanta el
lirismo de sus reflexiones que fluyen de repente, como algo que se
encuentra sin ser buscado, en mitad de una palabra que iba hacia otra
parte y se detuvo aquí como por casualidad. Pepitas de oro sobre el
camino de la creación, aparecen un poco de paso y se marchan
enseguida, pero su brillo permanece clavado en la retina. La
constancia de lo efímero.
De
“Autorretrato con radiador” Árdora Exprés.
Hay
una literatura que es suntuosa, sobrecargada de oro y autoestima.
Considera el hecho de escribir mayor que la vida. No conoce nada más
noble que una bella frase. Engendró, sin lugar a dudas, obras
maestras, y me resulta indiferente. Es de una literatura distinta de
la que estoy hambriento. Es tan antigua como la primera. No supone
menos trabajo pero no busca lo mismo. O mejor: hay una manera de
escribir que busca, no encuentra más que por accidente o por gracia,
y sigue buscando. Y hay una manera de escribir que da vueltas en
torno a su espejo, una novia que se prueba el traje. Esa no busca
nada. No tiene nada que buscar, ha encontrado siempre con quien
casarse: con ella misma. Su belleza no me impresiona. No admiro una
obra porque me dicen que la admire sino por el poder del amor que en
ella vibra. Lo que yo entiendo aquí por amor no es nada sentimental.
El amor que es únicamente real es de una dureza increíble. Esa es
la palabra: increíble. El poeta Henri Pichette dice que nunca se
debería escribir ni una palabra que no se pudiera susurrar al oído
de un agonizante. Pues bien, eso es exactamente. La manera de
escribir que a mí me gusta es exactamente eso. Y todos nosotros
somos agonizantes, ¿no? ¿Dónde me conducen tales reflexiones? A
nada, a nada. No es nada de importancia: una pequeña subida de
fiebre. Lo que digo aquí, puedo decirlo de otra manera: hay una
palabra de príncipes y otra de mendigos. La de los príncipes es
como una estancia en la que no hubiera nada y en la que al mismo
tiempo todo estuviese lleno, lleno a rebosar. Es una palabra que está
sorda de bastarse a sí misma. La de los mendigos, por el contrario,
contiene en ella el vacío suficiente – de espacio, de silencio –
para que el primer llegado se deslice en ella encontrando allí su
bien. Es una palabra que deja en ella sitio a otra, que hace posible
la llegada de algo distinto a ella misma. Ya sabéis: la vieja
tradición de poner en la mesa un plato de más para un visitante
imprevisto. Esas son las palabras que a mí me gustan. Es en esas
mesas donde mejor como.
P.
86
… Olvidé
precisarte que durante los días de sequía, en el punto más intenso
de la tristeza y el hastío, siempre hay un poco de viento, una
claridad, el paso aunque furtivo de un chaparrón, lo peor nunca es
seguro, un día de la semana pasada, por supuesto ya no esperaba
nada, tenía el aspecto de un gran perro triste al que nadie pasea,
oí en la radio un poema que me dejó sin respiración, la belleza es
una respiración más amplia que, para llegar hasta nosotros,
comienza por ahogarnos, así pues, ese poema atravesó, soberano, el
aire lleno de humo de mi cuarto y comprendí que quedaba todo por
escribir, por amar y por vivir, el mundo no ha empezado todavía, eso
es lo que oí en la radio, una buena noticia ¿no?
P.130
De
“La Dama Blanca” Árdora Ediciones.
Constatando
la debilidad del mundo, descubre, a su vez, la fuerza de la
escritura. La que utilizaba el sol despeinado de los cardillos para
hacerse pendientes, se aleja hacia una vida apagada y confortable. La
gloria de los cardillos permanece incluso martirizados por el azote
de las lluvias del otoño o por el pastar de las vacas encadenadas a
su hambre monótona, esas flores irradian el lenguaje que sabe
llamarlas y amarlas. El verbo es un sol imperecedero.
P.
51
Mucho
antes de ser una manera de escribir, la poesía es una manera de
orientar nuestra vida, de volverla hacia el sol naciente de lo
invisible.
P.
57
Un
canto se eleva tamizado por los poemas. Trata de decir lo más puro y
lo más real. Los libros mantienen vivo el canto después de la
muerte de la cantante, pero la poesía no se deposita únicamente en
los libros. A veces pasa sin hacer ruido, como el ángel de lo
cotidiano al que nadie ve.
P.
67
“Si
leo un libro que deja mi cuerpo tan helado que nunca ningún fuego
podrá calentarme, entonces sé que es poesía. Si noto que me han
arrancado la parte alta de mi cabeza, sé también que se trata de
poesía. Son mis dos únicas maneras de saberlo. ¿Acaso hay otras?”
Higginson no puede contestar. Nunca imaginó que la poesía pudiera
ser un asunto vital, la apoteosis de cualquier lucidez, el quitar la
venda que la vida pone en los ojos de los vivos para que no tengan
demasiado miedo ante ese instante último que es cada instante que
pasa.
P.
82
Y
esto, que no habla de poesía ni de escribir, pero lo tengo en las
manos y no puedo soltarlo.
Nuestras
manos no saben retener nada de esta tierra. Nuestros bienes son los
restos de nuestra muerte futura. Sólo deberíamos preocuparnos por
las almas.
P.
117
No, Emily Dickinson, tu vida no fue en vano
No hay comentarios:
Publicar un comentario