Traías el color del mundo
una risa esparcida en fragmentos de lluvia
y un corazón que no cabía en el ancho límite del aire
Corrías por las calles con la lluvia en las manos
recogiendo en tus ojos los soles y los días
Encontrar tu verdadero nombre
en cuyo interior pudiéramos crecer
e ir escribiéndonos muy lento
letra a letra
sobre la mano que deja el amor
cuando lo ha rendido la madrugada
La madre lleva los ojos
atados a la tierra
aún lleva en los ojos el olor de los campos tras la lluvia
y en las manos un dulzor de trabajo y miel
y la niña que camina recogiendo sus alas
y el aire borda con sus pies la danza de la tarde
En ese instante vuelves a mí
te veo
salir de mis ojos
y mirarme de frente
como si estuviera naciendo ante un espejo
que repite tu cuerpo
como si repentinamente hubieses vuelto
para romper en mi memoria
infinitos fragmentos
Poema: Brunhilde Román Ibáñez
Fotografía: Diana E. Martín Herrero
una risa esparcida en fragmentos de lluvia
y un corazón que no cabía en el ancho límite del aire
Corrías por las calles con la lluvia en las manos
recogiendo en tus ojos los soles y los días
Encontrar tu verdadero nombre
en cuyo interior pudiéramos crecer
e ir escribiéndonos muy lento
letra a letra
sobre la mano que deja el amor
cuando lo ha rendido la madrugada
La madre lleva los ojos
atados a la tierra
aún lleva en los ojos el olor de los campos tras la lluvia
y en las manos un dulzor de trabajo y miel
y la niña que camina recogiendo sus alas
y el aire borda con sus pies la danza de la tarde
En ese instante vuelves a mí
te veo
salir de mis ojos
y mirarme de frente
como si estuviera naciendo ante un espejo
que repite tu cuerpo
como si repentinamente hubieses vuelto
para romper en mi memoria
infinitos fragmentos
Poema: Brunhilde Román Ibáñez
Fotografía: Diana E. Martín Herrero
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