viernes, 27 de noviembre de 2015

Sé Activista: Quiérete

Quererte y aceptarte es el acto más revolucionario que puedes hacer por ti y por el mundo.

Porque cuando te quieres de verdad actúas desde tu centro y tus elecciones no están dominadas por el miedo. El miedo nos ancla a una frecuencia muy baja en la que nuestras motivaciones están condicionadas por elementos que vienen de fuera: “no quiero defraudar”, “tengo que ganar”, “no puedo decir lo que realmente siento”, “no valgo”, “se reirán de mí”, “si no ataco me atacarán a mí”. Esta conciencia de miedo nos mantiene en una infantilidad permanente, alejados de nuestra propia intuición buscamos respuestas fuera y podemos ser manipulados con facilidad. Por los medios de comunicación que perfilan un horizonte catastrófico, por los poderes políticos y financieros que crean corrientes de opinión e incluso por personas cercanas que viven inmersas en el miedo y nos contagian su visión fatalista.

Yo creo en el activismo, en ese que surge de la ilusión de que podemos evolucionar hacia algo más grande y más humano, en el que crea unidad y no separación, en el que tiende puentes y no fronteras. Entiendo el activismo como algo que empieza desde uno mismo y se expande porque está lleno de la Fuerza de la Vida. Gandhi fue un gran activista porque cambiando él mismo cambió la historia de su país, porque no fue corroído por el odio ni el miedo, porque sus actos venían del amor, y por eso perduraron. Él sabía que en nuestro interior todos somos poderosos y valiosos y en su vida se comportó como tal, manteniendo su dignidad en todas las circunstancias. Fue líder de si mismo y esa energía permitió que los indios recordasen su propia dignidad y valor.
El poder personal no es patrimonio de unos pocos que han nacido con suerte, es algo que está en nosotros y se puede potenciar a través de decisiones conscientes en todos los ámbitos de nuestra vida.

Quererse realmente a uno mismo es una forma muy elevada de activismo, significa atreverse a vivir desde nuestra voz interna, respetando nuestro cuerpo y nuestros deseos más profundos, sin renunciar a nuestra verdad y, a la vez, tratando a los demás con respeto. Significa tener confianza, en sí mismo, en la vida y en los otros. Una persona así no puede ser doblegada por el discurso del miedo porque cree en el ser humano y su unidad fundamental con la Tierra y con la Vida. Las personas que realmente se quieren son quienes están llamadas a cambiar el planeta porque el amor provoca cambios estructurales a largo plazo, quizá no son tan visibles como la gente que grita más y se opone a algo desde el miedo, pero son más efectivos, porque una vez que el campo del amor se ancla en uno, ya no hay vuelta atrás, se convierte en una manera de entender el mundo y se irradia a través de la energía que llevamos. Nosotros mismos somos el portal, el único lugar desde el cual el cambio puede suceder.
Podemos manifestarnos, elevar nuestra voz y abogar por las causas en las que creemos pero sabiendo muy bien desde dónde lo hacemos y qué es lo que en nuestro interior nos anima a defender tal o tal causa. Cuando voto a un partido sólo por miedo a que salga el otro y no porque representa lo que yo creo, cuando estudio una carrera que no me gusta porque creo que tiene más salidas, cuando protestar es una manera de no querer mirar mis propias heridas, cuando no digo lo que realmente siento estoy traicionándome y haciendo el juego a quienes quieren seguir controlándonos a través de la manipulación y el miedo. En cambio, cuando vivo desde mi Poder Interior y desde mi pertenencia a la gran familia humana me convierto en un motor de cambio sólo por mostrarme en mi verdad y actuar desde mi yo más elevado, desde ahí si que es posible crear un mundo más humano y armonioso para todos, teniendo siempre en cuenta que cada uno tendrá que realizar su propio viaje hacia la sanación, y esto puede incluir situaciones que nos resulten duras.

Así que manifiéstate por la causa más importante: tú y los Derechos Humanos del Amor


Texto: Brunhilde Román Ibáñez


Imagen: Victoria Vanadis





jueves, 19 de noviembre de 2015

Mis Arquetipos de Poder: la Mujer Salvaje

LA MUJER SALVAJE

Para mí este es un arquetipo de gran belleza porque nos devuelve a nuestra verdadera esencia.

La mujer salvaje es aquella que ha aprendido a amar su cuerpo, pues es consciente de que, más allá de nuestro aspecto físico, el cuerpo es portador de información y al escucharlo podemos recibir mensajes tanto de nuestro inconsciente -referentes a nuestra salud, a nuestros sentimientos más profundos, a la forma en que tomamos decisiones- como del universo que nos rodea. La mujer salvaje vive en el presente porque ha comprendido la importancia de habitar, aceptar y amar su cuerpo. El cuerpo de una mujer salvaje no tiene que acomodarse a los cánones de belleza, ella no está interesada en esos conceptos, pero sí es consciente de su manera de caminar por el mundo, de su postura, que siempre refleja esa dignidad que siente hacia sí misma, de su respiración, de sus movimientos...
Asimismo es consciente de la importancia del deporte, el movimiento, para mantener un cuerpo ágil y flexible, así como de la alimentación y el descanso, necesarios para sentirse vibrante y llena de energía. Si necesitas integrar a la mujer salvaje en tu vida empieza por cambiar tus hábitos alimenticios, conéctate con tu cuerpo y dirígete a él con cariño, comunícate con tus células, haz deporte, baile, yoga, masajes o camina por el campo. Este arquetipo está profundamente ligado a la naturaleza. Si eres una mujer salvaje necesitas pasar tiempo en la naturaleza, caminar descalza a la orilla del mar, trepar árboles, nadar, subir montañas, meditar ante una puesta de sol, dormir desnuda a la luz de la luna... sientes que eres parte de la naturaleza y esa comunión alimenta tu espíritu y te da fuerza.
En la naturaleza nuestros hemisferios derecho e izquierdo se alinean y amplían nuestra capacidad de recibir información. La mujer salvaje está naturalmente conectada a su intuición ya que se ofrece el regalo de la soledad y la quietud en la que es posible escuchar la suave voz que habla en lo más hondo de nosotros. Esta intuición actúa en ella como una brújula que la ayuda a conducirse en su vida y tomar decisiones que emanan de un conocimiento más profundo y certero que aquellas tomadas únicamente desde la cabeza. La mujer salvaje crea su propio nido, tanto en la naturaleza como en su hogar, lo que la protege del ruido exterior, la discordia y la manipulación de medios de comunicación. Cierto que también tiene que ocuparse de los asuntos del mundo material, pero lo hace desde el plano de esa conexión íntima y verdadera con lo natural.
Esa conexión con lo esencial le permite desvincularse de las necesidades del ego: un coche más grande, una casa más grande, aparatos modernos o pasar tiempo comprando y acumulando más ropa. La mujer salvaje es coherente con lo que ha elegido vivir, es decir, en la esencia, no en la superficie, esto le permite dedicar más tiempo a las cosas que verdaderamente la importan, la nutren y la hacen crecer. Suele ser una mujer sonriente, alegre y al mismo tiempo alguien que sostiene y acoge en sí los ritmos de la vida, por lo que puede necesitar un tiempo dedicado al silencio, a estar consigo misma. Este movimiento cíclico le permite equilibrarse y experimentar los cambios con mayor aceptación: el paso de las estaciones, las transformaciones de una etapa a otra de la vida... ella sabe que nunca se pierde nada, que el frío del invierno dará paso a otra primavera, que vamos de la tristeza a una renovada alegría y que la ancianidad contiene en sí todo lo vivido.

De la misma manera puede conectarse fácilmente con plantas y animales porque se permite ser instintiva y porque honra todas las manifestaciones de la vida sobre la tierra. Si eres una mujer salvaje probablemente estés rodeada de perros o gatos, o vivas en un entorno rural, o en la ciudad, pero acompañada de flores y piedras. Sientes muy dentro de ti ese amor de la Madre Tierra hacia nosotros y hacia toda la vida, puede que tú misma seas madre o nutras de una u otra manera a otras personas, animales o plantas.
Si este arquetipo ha despertado algo en ti, permítete bailar desnuda (o cocinar desnuda, leer desnuda), permítete el lujo de la soledad y el silencio, permítete gritar, abrir los brazos, correr, salir al campo y empezar a sentir tu cuerpo con el corazón.

Personajes: Jane Goodall, Diane Fossey, Biruté Galdikas, todas ellas estudiosas de los primates y grandes amantes de la naturaleza, Pocahontas, Clara y Francisco de Asís, James Lovelock, que popularizó en el mundo occidental la idea de Gaia, la Tierra como organismo inteligente, Relmu Ñamku, que fue llevada a juicio por defender sus tierras frente a una petrolera, el Consejo de las Trece Abuelas y todos los pueblos indígenas que honran a nuestra Madre Tierra.

Texto: Brunhilde Román Ibáñez

Créditos de la imagen de Relmu Ñamku: desconocido