Y ella es Diana, mitad duende, mitad diosa y a veces espíritu burlón. En ocasiones baja de su Planeta Leonardo para asaltar los continentes del alma: París, Venecia, Atenas, Bangkok, Buenos Aires, Madrid. Su nacimiento en Argentina despertó en ella el espíritu nómada y el mundo es desde entonces un vasto campo de exploración, porque para esta niña-sabia la curiosidad no tiene límites: desde los Beatles a Rothko, Giuseppe di Lampedusa, los mitos y la chakradiagnosis hasta Harry Potter pasando por Sorrentino y Peppa Pig. Pero cuidado, no te dejes engañar por su aparente candidez, Diana es rápida como liebre de marzo e intensa como dragona custodiando sus tesoros. Cultiva la conversación como un arte igual que se hace allá en su amada Cuba. Como una maga, extrae de su chistera historias, cuentos y anécdotas de su propia vida o de alguno de los personajes reales o ficticios (¿qué es real y qué es ficticio?) que pueblan su mundo.
Hoy puedes encontrarla escribiendo poesía y callejeando por su amada Madrid, mañana pintando en Nápoles y dentro de un mes, ¿quién sabe? Quizá aparezca sacando fotos y tocando la balalaika en Novosibirsk. Ella es así.
Fotografía y texto "Carta Abierta de la Musa a Pablo Picasso": Diana E. Martín Herrero.
CARTA ABIERTA DE LA MUSA A PABLO PICASSO
Este mensaje es muy comprometido para mí, pequeño Pablo, pequeño Minotauro, porque no
es metafísicamente correcto que yo, en mi condición, confiese que he tenido y tengo favoritos.
Sí. Aunque no lo creas, tú, que tanto has suplicado, que tanto me has invocado pidiéndome lo
que ningún artista antes se atrevió a engendrar. Tú, que has permanecido como un vigía febril
despierto día y noche esperando mi llegada. Tú, precisamente, has sido siempre uno de mis
elegidos por tu constancia y a pesar de tu arrogancia.
En definitiva así es la vida. Todos, cada cual a su nivel, tenemos nuestras debilidades y tengo
que decir a tu favor que mis visitas nunca han sido estériles. Siempre te he encontrado
trabajando.
Tu ambiciosa imaginación me pidió imposibles Y yo, que por mi condición soy la Vida misma, te
escuché y te procuré una vez más la materia de la que está hecha la inspiración.
Se llamaba Marie-Thérèse y era fresca como una flor y dorada como Afrodita. La encontraste
en París, por la calle. Ella no sabía nada de ti, tenía 17 años y tú 46.
La amante virgen de cuerpo y mente, invisible para todos, está sin embargo en todas partes
resucitando tu arte con su hermosa y escandalosa juventud. Es la belleza perfecta y prohibida.
Como a ti te gusta.
Ella es siempre así, delicada y sumisa, mientras tu fantaseas con tu propio deseo. A veces
sacerdote orgiástico. A veces escultor hercúleo. A veces Minotauro.
Y ella se abandona siempre, como si su cuerpo fuese la propia materia prima de tu obra. La
arcilla, el bronce, la línea impecable y continua con que tú, infalible, das forma a cada detalle,
limpio o escabroso.
Siempre has querido ser Pigmalion. No te bastaba con tus obras. Siempre quisiste que tus
mujeres fuesen también obra tuya.
Ella es la niña de la paloma, el alma pura de la Suite Vollard. Cuanto amor y alegría llegué a
sentir acompañándote en esta serie, no muy apreciada en su momento por no ser tan
vanguardista, pero tan evocadora para mí. En un momento de fuertes conflictos vitales, de
lucha por imponer tu voluntad y defender tus deseos, la Suite Vollard fue el vehículo de
expresión de tus vivencias más tristes, atormentadas e inconfesables. Es muy hermoso que
para ese nudo existencial tan complicado eligieras expresarte en líneas puras, sin color y con
un espíritu clásico que tú, a pesar de tu inagotable innovación, siempre mantuviste vivo como
referente. Eso es transitar los caminos del arte en plena libertad, porque obligarse siempre a
ser moderno es también una forma de limitación para un artista.
Con ella resultó fácil. Hay en Marie-Thérèse una niña inexperta y curiosa, que celebra el
descubrimiento del placer. Hay una mujer rebosante de vida que, como la tierra más pura,
recibe el rocío fertilizador celeste. Hay un cuerpo inerte y doliente que sufre las embestidas de
una voluntad superior a la suya. Y hay un alma de virgen prudente de parábola, siempre
despierta y capaz de guiar al Minotauro ciego, impotente, torturado y solo. Pocas veces te has
arriesgado a mostrarte tan vulnerable.
2
Deseosa de salir de su cárcel familiar penetró voluntariamente en tu laberinto, donde fue
acogida, celebrada y devorada, tal como ocurrió en Creta milenios atrás. Tal como sigue
ocurriendo porque el mito sagrado y su rito siguen repitiéndose incansablemente gracias a
almas como la tuya.
Ella no tuvo la mente creativa y brillante de otras mujeres que desfilaron de manera grandiosa
y trágica por tu vida. Su luz provenía de su hermosa lealtad y de su belleza natural de ninfa.
Supo ser manantial de agua fresca en medio de las tormentas de tu relación con la volcánica
Olga Khokhlova y fue barco que naufraga en el pasado poco después de ser madre, al aparecer
en el horizonte la enigmática bandera surrealista de Dora Maar.
Pese al abandono supo mantenerse en tu vida y supo ver en ti al padre de su hija, la pequeña
“Maya”, María Concepción, la niñita que llevó el nombre de tu querida hermana muerta en la
infancia y cuya pérdida tanto te perturbó. Sólo una vez oíste un "no" de sus labios. Cuando,
recién fallecida Olga, la sombra que tanto planeó en tu vida, se negó a ocupar su lugar
negándose a ser tu esposa legal.
Nada la define mejor que esta frase de Diana Widmaier, hija de Maya, su nieta y la tuya: “mi
abuela fue siempre un emblema de esperanza y paz para Picasso". Una frase real que encierra
el orgullo de su sangre.
En los grabados de la Suite Vollard Marie-Thérèse se convierte a tu lado en la sacerdotisa de un
antiguo rito de fertilidad y magia sexual. Juntos ella y tú, modelo y artista, contemplando con
devoción la obra realizada, mostráis al mundo la autenticidad humana de quien no niega su
poder creativo natural en aras de una moral elaborada y postiza.
Finalmente en la obra realizada la modelo, sola y libre por primera vez, se contempla a si
misma y en su éxtasis comprende lo sagrado del arte, que tiene un padre y una madre. Pero ya
es tarde y se pierde de tanto darse. Y así se confunde su existir, que sólo tiene sentido cuando
tu lo transformas en tu creación.
Es entonces cuando ella se aferra a ti para no extinguirse y pasa de ser deseada a ser odiosa. Es
entonces cuando tu concibes otra creación y necesitas otra modelo. Y es entonces cuando yo
vuelvo a encarnar en una nueva ofrenda al Minotauro que, irremediablemente recorrerá el
laberinto de “diosa a portera”. Adoración o desprecio son los únicos sentimientos que puedes
albergar como ser completamente extremo y adicto a los retos.
Siempre has estado ebrio de poder. Has escupido en el rostro de los tiranos y te has burlado de
las normas, cifrando el éxito en la capacidad de sorprender e incomodar a los que viven
tranquilos en sus fáciles vidas, para ti despreciables. Has querido dominar a otros artistas, a los
marchantes, a los críticos y al público. Has conquistado, seducido, dominado y destruido a
decenas de mujeres sirviéndote de ellas para tu único fin: tu obra. Y has echado pulsos
continuos con la pintura usándola como espejo de tu alma, relatora de tus anhelos y desvaríos,
de tu mirada única y tu inesperada belleza.
Rectifico, querido Pablo. Ser Pigmalión es muy poco para ti. Siempre has querido ser Dios y
para muchos lo has sido.
Incluso a mí has llegado a ponerme condiciones. Aún no puedo creer las cosas que me obligas
a hacer, mi querido Pablo. Insufrible y apasionante Minotauro al que nada puedo negar.
3
Cuando contemplo tus líneas, dignas del taller del más fino ceramista griego, yo también me
siento un poco presa de tu magia. Me siento atrapada en tu inmenso amor por esa belleza que
nace de la mente y la mano del hombre. Creación original, destilada como la esencia de una
flor. Como eran las bellezas que mi milenaria memoria mantiene vivas para el asombro eterno.
Porque yo, Pablo querido, soy la que dulcifica la voz del poeta y la que ilumina la retina del
artista. Soy la hija de la Memoria que inspira lo que no debe ser olvidado. De ese modo la obra
perdura y su creador también. De ese modo el artista y su modelo participan de mi naturaleza
inmortal.
Yo soy la benefactora y la que tomo forma y cuerpo en tus modelos y amantes para que tu
obra asombre al mundo y haga vibrar el corazón creador de la humanidad entera, desde la
noche de los tiempos al día de hoy. Y hasta el futuro sólo conocido por los dioses.
En cada mujer que ha posado para ti, en cada mujer que has amado de pensamiento, palabra y
obra estaba yo presente porque tú, pequeño Minotauro ciego, sólo has tenido ojos para mÍ.
Sólo has amado profunda y fielmente a la propia Musa.
Texto original Diana E. Martín Herrero a propósito del grabado “Escultor, modelo y cabeza
esculpida” (Aguafuerte, 1933).
Suitte Vollard. Pablo Picasso.