UN DESAMOR
Es
verdad que lo nuestro fue complicado desde el principio, empezando
por el hecho de que nos separaban unos cuantos siglos de distancia,
pero yo me decía que el amor no tiene límites ni tiempos y nada es
imposible cuando un anhelo tan profundo lo sostiene.
Yo
no creo en la casualidad, hay una afinidad, una resonancia que nos
conduce a la persona en cuya mirada podemos florecer, y por esa
alquimia, ser transformados, como decía Chéjov en "La dama del
Perrito". Y así me pasó con él. Yo ya lo conocía desde mi
más tierna infancia porque mi abuelo lo recitaba y quizá aprendí a
amarle gracias a él. Recuerdo a mi abuelo con su voz tronante y sus
bigotes blancos (un poco a lo Bismarck pero sin tanto esfuerzo). Era
grande, mi abuelo, y también lo creía eterno mientras sus manos
agarraban los invisibles ríos de la vida en el poema.
En
fin, vuelvo a mi historia. Lo nuestro fue progresando poco a poco,
todo hay que decirlo. Al principio yo no le hacía mucho caso,
supongo que era demasiado pequeña para pensar en amoríos. Después
me marché y muchos años después volvimos a encontrarnos. Él
seguía en Palencia, yo había andado por muchos lugares. Los dos
habíamos cambiado: él se había vuelto más auténtico a mis ojos,
alguien con quien mantener conversaciones fascinantes sobre el amor,
el destino, la vida y la muerte, alguien que es otro pero a la vez es
como tú porque su corazón ha recorrido los mismos paisajes. Es
verdad que yo lo idealicé mucho, había leído tanto, era tan
profundo y a la vez le gustaba escucharme, lo cual me halagaba
sobremanera. También me pareció buen mozo, esas cosas que tiene el
amor.
Yo
era consciente de mi patrón afectivo de apego ansioso, él resultó
ser de tipo evitativo, aunque dudo que se diese cuenta. Eso nos acabó
distanciando y nos dijimos palabras amargas. Yo le solté que siempre
le había leído por obligación; eso fue el final y yo lo sabía,
pero me había herido en lo más hondo y quise devolverle el golpe.
Con el tiempo he llegado a comprender que cada uno miraba al otro
desde sus propias carencias y que, al igual que el Ouroboros (la
serpiente que se muerde la cola) todo vuelve al lugar del que partió
y que él y yo éramos lo mismo en grado diferente. Ahora le sigo
queriendo desde la distancia, de otra manera, pero en aquellos
momentos de furia le escribí esto:
Variaciones
sobre Jorge Manrique
Recuerde
el alma la noche invocada, lo ineludible, lo que viene del barro y
no se nombra; los ojos conducidos por el grito del ciervo, la
deserción de las horas sobre tu cuerpo de nieve donde no habitará
de nuevo la sal de mi lengua.
Aniquilación,
inexistencia, mundos que no ha de dividir la sangre entrelazada.
Semilla de la noche, viaja al fin de los signos donde las flores
liban la luz del nombre que contienen.
Danos
esta noche, danos el residuo, la piel que quema, el ojo
transparente.
El
último pétalo después de la batalla. No entierres los ojos en el
mar, no me ofrezcas tu agua arrodillada.
Recuerde
el alma dormida
Avive
el seso y despierte
contemplando
como
se pasa la vida
como
se viene la muerte
Que
te lleve la luz donde no pueda verte.
Texto y poema: Brunhilde Román Ibáñez
Créditos de la imagen: desconocido