LA
INSPIRADORA
Las
inspiradoras pueden provenir de dos historias de vida diferentes.
En la
primera has venido a este mundo consciente de todos los dones que has
recibido, desbordas de optimismo, compasión y confianza, y sientes
el deseo de compartirlos con los demás. Tu vida no ha sido
necesariamente fácil, pero desde muy pequeña has experimentado una
creencia básica: “de todo se puede salir” y “hay que creer”.
Tu naturaleza es expansiva, reconoces el brillo en ti y deseas verlo
en los demás, tu corazón generoso contempla la belleza en las demás
personas y deseas que ellas también sean capaces de reconocer su
propia belleza y sus talentos.
En la
segunda el escenario es completamente distinto. Has podido llegar a
la vida sintiéndote desprotegida; muchas veces, las circunstancias
te han hecho percibirte a ti misma como víctima bien sea porque
desde una tierna edad hayas estado expuesta a conflictos, pérdidas,
abusos o violencia. Tus creencias más profundas eran invalidantes:
“no sé”, “no puedo”, “no valgo”. A lo largo de tu vida
has realizado un viaje de transformación en el que has profundizado
en tus miedos y has logrado sanar heridas, eso te ha convertido en
una persona compasiva y capaz de entender el sufrimiento. Has llegado
a un punto en el que puedes servir como modelo a otras personas que
están pasando por lo que tu pasaste. El regalo que ofreces a la vida
es tu experiencia sanada, la alquimia de la realidad transformada:
conoce el miedo, elige el amor.
La
inspiradora es una persona conectada a su pasión, centrada,
entregada a la realización personal, vive en un mundo vibrante,
lleno de posibilidades, en el que es posible arriesgarse cuando se
sigue la llamada del corazón. Si sientes que hay una inspiradora en
ti, has venido al mundo o has descubierto en algún momento un
sentido de “misión”, algo así como una tarea que no se siente
como un trabajo sino como una vocación, es algo en ti que te conduce
a descubrir y a conocer, pero sobre todo a irradiar. Tienes el
convencimiento de que lo que haces no lo haces sólo para ti, sientes
que eres un transmisor, un canal, un catalizador. Tu noción del
servicio a la vida te lleva a compartir, puede que te dediques a la
enseñanza, a trabajar como coach, a cualquier otra profesión en la
que puedas inspirar, alentar y acompañar a otras personas en su
viaje de autodescubrimiento.
Tú,
que has conocido el dolor y a través de él el amor, o que desde muy
temprano experimentaste la maravilla de la vida, o ambos a la vez,
comprendes que al manifestar eso que tú eres das a los demás la
posibilidad de verse como quien realmente son, tu presencia empodera
porque al dirigirte a la esencia de la persona la permites liberarse
de sus propios de juicios. Esto no significa que no pases momentos de
enfado, miedo o tristeza, sino que, desde la humildad, has encontrado
la voz que permite que la vida se exprese a través de ti, y este
conocimiento te llena de gozo que deseas repartir. Tampoco consideras
que debas salvar a nadie, ni siquiera ayudarles, simplemente dejas
que esa Presencia toque sus corazones; permitiéndote tu propia
apertura permites que ésta encuentra un eco en el que otros pueden
reconocerse si así lo desean.
Personajes:
Juana de Arco, en cuyo corazón sonaba la libertad, Oprah Winfrey,
que conoció pobreza y abusos y eligió exponer sus heridas para
mostrar que es posible creer en la Vida, Gandhi, quien en “Todos
los Hombres son Hermanos” expresó: “mi tarea habrá terminado si
logro convencer a la humanidad de que cada hombre o cada mujer, sea
cual fuere su fuerza física, es el guardián de su libertad.”
Louise Hay, que, al igual que Oprah experimentó circunstancias muy
duras que le permitieron convertirse en una gran maestra. Y todas las
personas desconocidas que en algún lugar del mundo eligen el amor en
las situaciones más adversas.
Texto: Brunhilde Román Ibáñez
Foto: perfil de facebook de Louise Hay